La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece los derechos sexuales y reproductivos, que engloban los derechos a la igualdad, a la integridad corporal, a la autonomía sexual, a la libre decisión, a la educación, a la información, a la privacidad, a la participación y a la libertad de opinión.
La igualdad es, pues, una condición previa para que “todas las personas puedan acceder y disfrutar de todos los derechos sexuales y reproductivos, desarrollar así sus potencialidades, favorecer su bienestar personal y configurar sus vidas de acuerdo con sus propias aspiraciones”, tal y como sostiene la Federación de Planificación Familiar Estatal (FPFE) en la ‘Carta de los derechos sexuales y los derechos reproductivos’.
Atendiendo al sistema sexo-género, las mujeres parten de una posición de subordinación con respecto a los hombres que hace que se encuentren con más obstáculos que ellos a la hora de tomar decisiones sobre su propia vida o de llevarlas adelante según sus necesidades.
La lógica de dominación de un sexo sobre el otro se asienta sobre los roles y los estereotipos de género y funciona sobre las mujeres básicamente de la siguiente manera. El modelo tradicional de género las encasilla en el rol de ‘madresposas’ y les exige una dedicación casi exclusiva a las tareas domésticas y de cuidado de la familia. La entrega al trabajo reproductivo (socialmente infravalorado y no remunerado) las mantiene en el espacio privado y limita su presencia en el espacio público, lo que dificulta que tejan relaciones y apoyos sociales.
A lo largo del siglo XX, el modelo tradicional de género subvirtió, gracias a la incorporación de las mujeres a la educación, al mercado laboral y a la vida pública. Sin embargo, los roles de género continúan vigentes hoy en día, si bien de un modo menos rígido.
Los hombres están lejos de asumir de manera equitativa las tareas domésticas y de cuidados, de tal forma que las mujeres que realizan un trabajo productivo (socialmente reconocido y remunerado) tienen que hacer frente a lo que se denomina ‘doble jornada laboral’, que minimiza su tiempo personal y de ocio y deteriora su salud. Además, para poder compatibilizar los trabajos productivo y reproductivo, son muchas las que se acogen a bajas y a reducciones de jornada, con el impacto en términos profesionales y económicos que eso conlleva.
Por su parte, muchas mujeres mayores siguen dedicadas a las tareas de crianza y de cuidados que han desempeñado durante toda su vida. Tras criar a las hijas y a los hijos, vuelven a criar a las nietas y a los nietos. Puede darse, incluso, que en alguna etapa también tengan que cuidar a su marido enfermo o a familiares dependientes de mayor o menor cercanía: madre o padre, hermanas o hermanos, suegra o suegro, etc. Esto acarrea, en ocasiones, un estrés y una presión que conduce a las mujeres mayores a situaciones de enfermedad grave, como el ‘síndrome de la abuela esclava’.
Las jóvenes tampoco están a salvo de las consecuencias del modelo tradicional de género. “Puede que no exista en ellas una dependencia socioeconómica o una posición socialmente subordinada y que, sin embargo, en la esfera íntima se estén reproduciendo patrones afectivos tradicionales, los cuales originarán actitudes de vulnerabilidad de género”, señala Sara Velasco, médica y psicoanalista.
“Para desarrollar una vida sexual y reproductiva satisfactoria es preciso estar libre de toda forma de desigualdad y de discriminación que se pueda producir en las estructuras sociales, económicas, culturales y simbólicas”, recuerda la FPFE. Es preciso, entre otras cosas, dinamitar el modelo tradicional de género y caminar hacia la consecución de uno igualitario.
Además de la discriminación por cuestión de género, existen otros muchos factores determinantes en la vida de las personas que también son objeto de discriminación, como la orientación sexual, las prácticas sexuales y reproductivas, el país de origen, la edad, la clase social o la diversidad funcional. Es necesario atender esta interseccionalidad “porque la igualdad sustantiva requiere que se eliminen todas las barreras, las estructurales y las subjetivas, con el fin de que las personas disfruten de sus derechos y libertades en igualdad de condiciones”, concluye la FPFE.
Itziar Abad Ramírez / Agente de igualdad. Para las asociaciones de Medicus Mundi de Euskadi, en el marco del concurso Jóvenes en Busca del Sur, cuyo objetivo es denunciar los obstáculos que impiden el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.