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[Local-Global]
La pobreza menstrual alude a la falta de acceso de mujeres y niñas a insumos para la gestión menstrual adecuada, desde productos sanitarios hasta ropa interior y analgésicos, como así también contempla la necesidad de agua potable para la higiene, infraestructura de saneamiento apta, y el acceso e información suficiente para el correcto manejo de la menstruación.
En cambio, la salud menstrual ofrecería una visión holística, englobando el bienestar físico, mental y social, y no meramente la ausencia de enfermedad en relación al ciclo menstrual. Para alcanzar dicha salud se debe de tener acceso a: información y conocimientos sobre la menstruación y el ciclo menstrual, a espacios para el manejo menstrual y a productos menstruales, a los servicios de salud para consultas menstruales, a un ambiente positivo y respetuoso, sin estigma ni incomodidad psicológica, a la participación en esferas sociales, culturales, económicas, comunitarias y políticas, sin sufrir exclusión por el hecho de vivir la menstruación y el ciclo menstrual.
En relación a esta temática, Pastoralist Concern en colaboración con Medicus Mundi Gipuzkoa realiza la “Evaluación de salud e higiene menstrual en mujeres adolescentes en áreas pastorales de la Región Somalí”, este trabajo conjunto se da en las zonas de Liben y Afder. En esta investigación se da un acercamiento a las prácticas y experiencias de niñas adolescentes con respecto a la pobreza menstrual.
Estas no tienen acceso a diferentes materiales de menstruación, más del 60% utiliza paños reutilizables (generalmente sobras) y solo el 25% compra toallitas sanitarias desechables, que no siempre están disponibles en el mercado local. Para acabar con esa pobreza menstrual se debe de garantizar el pleno acceso a materiales menstruales fiables y asequibles que puedan manejarse con discreción, este aspecto discreto es muy importante para las mujeres a la hora de menstruar. Tomar medidas para acabar con la pobreza menstrual permite que las adolescentes participen en igualdad de condiciones en la educación y en la vida social y comunitaria.
Asimismo, esta investigación da cuenta del inadecuado manejo de los materiales menstruales; tanto las prácticas de secado como las de almacenamiento son insuficientes e inadecuadas, a menudo la vergüenza y el miedo empujan a las niñas a ocultar y/o no secar sus paños menstruales. De hecho, un 83,5% de las niñas entrevistadas prefieren secar sus paños fuera de casa, aunque la mayoría de estas prefieren esconderlos (49%). Solo el 12,8% prefiere secarlos en el interior. Esto es debido a la vergüenza que sienten de que otras personas vean sus materiales, ello causa que no se sequen adecuadamente, lo que lleva a las niñas a almacenar o utilizar materiales húmedos, con las consecuencias sobre su salud que ello conlleva. Esta vergüenza y estigma se percibe también a la hora de guardar sus materiales menstruales para el próximo periodo. La mayoría los guarda en lugares “escondidos”, como debajo de la cama (59%) o en un armario o cajón (29%). El 81% los guarda en un recipiente o envuelve los materiales. La mayoría prefiere envolverlos en plástico (58%) o envolverlos en tela (23%).
El material menstrual más utilizado es la tela a modo de comprensa (60,5%). Entre estas usuarias, el 50% informo usar paños comprados exclusivamente para su periodo, y el 40% de ellas utilizan paños viejos usados anteriormente para otra cosa, por ejemplo, la reutilización de telas viejas de velos. Además, la práctica de envolver esos paños en plástico entre un uso y el siguiente aumenta el riesgo de infecciones.
A ello se le suma la deficiente higiene personal durante la menstruación. La investigación mostraba que la frecuencia de cambio de los materiales menstruales es muy baja, con un 28% de las niñas cambiándoselos solo una vez al día y el 40% dos veces al día. La práctica de lavarse las manos y los genitales durante la menstruación también es limitada. Solo entre el 7 y el 10% se lava las manos antes y después de cambiarse los materiales menstruales. La razón más frecuente es el acceso limitado a agua y jabón. Asimismo, también es interesante conocer donde se cambian los paños menstruales, si bien es cierto que la mayoría lo hacen en una letrina, el siguiente espacio es el dormitorio (14%) seguido del 13% que se cambia en el exterior, en el monte o en el campo.
Junto con el acceso al agua, saneamiento e higiene, la educación sobre higiene y salud menstrual es vital para que las adolescentes aprendan prácticas menstruales adecuadas, saludables y seguras, también es importante garantizar el suministro de materiales menstruales y productos de higiene adecuados, como toallas higiénicas, jabón, baldes, bolsas de almacenamiento que no sean de plástico y cuerdas para secar sus prendas separadas del resto de la colada del hogar.
Es necesario un esfuerzo gubernamental para mejorar las instalaciones escolares con el fin de lograr estándares mínimos de calidad y satisfacer las necesidades derivadas de la menstruación tanto en niñas como en maestras.
Las alianzas entre la comunidad, las ONGs y organizaciones locales e internacionales son imperativas para abordar este problema estructural en áreas propensas a la sequía. También serán necesarias actividades de sensibilización que involucren a las comunidades escolares y a los padres y madres, destacando la importancia de garantizar recursos hídricos adecuados y al mismo tiempo proporcionar privacidad y seguridad a las niñas. A esta cartografía debemos añadir la dificultad de una actuación eficaz debido a los tabúes y el estigma social prevalecientes en torno a la menstruación. Estos tabúes también refuerzan la desinformación disponible para las niñas, tanto antes como después de la primera regla.
Cabe destacar que la escuela no juega un papel significativo en la educación de las niñas y niños sobre la menstruación y la salud menstrual y el personal educativo no tiene la capacitación para crear entornos de apoyo hacia las niñas que menstrúan. A ello se le debe sumar que estas niñas no se sienten cómodas por la falta de apoyo ya comentada y experimentan acoso por parte de sus compañeros varones. Por ello se necesitan actividades de sensibilización educativas y comunitarias dirigidas a niños y niñas, y también a la comunidad educativa y local con el fin de desafiar las normas sociales y de género que refuerzan los tabúes y el estigma social en torno a la menstruación. Estas iniciativas son importantes para aumentar la confianza de las niñas y disminuir su exclusión tanto en la escuela como en la vida comunitaria.
La investigación mostraba los resultados sobre el impacto de la menstruación en la corporalidad de las niñas, así pues, experimentan complicaciones físicas y psicológicas durante la menstruación, como calambres, dolores de cabeza, irritación y erupciones en los genitales, a menudo relacionados con diferentes tipos de infecciones vaginales e infecciones del tracto urinario. A nivel psicológico sienten tristeza y vergüenza a su vez que inseguridad y les preocupa que sus materiales menstruales sufran filtraciones a lo largo de sus jornadas.
Estas niñas también expresan preocupación sobre donde se pueden cambiar, lavar y donde secar sus materiales, ya que carecen de privacidad y a menudo pueden sentirse avergonzadas y apenadas cuando menstrúan. En este contexto, los esfuerzos que conducen a mejores experiencias menstruales y el apoyo son vitales para la educación y el empoderamiento de las muchachas. Además, la sensibilización de los y las niñas y los y las miembros de la comunidad escolar es clave para reducir el estigma social y disminuir la vergüenza menstrual que afecta emocionalmente a las niñas y las conduce a la exclusión. La consecuencia de este tabú es el absentismo escolar, el 68% falta al menos una vez al mes a la escuela. Esta falta de asistencia se ha normalizado entre estudiantes y profesorado. De hecho, lo esperado de ellas por parte de la sociedad es que las niñas restrinjan sus actividades diarias, tanto escolares como sociales y se recluyan en casa.
En suma, las conclusiones de la investigación dirigen las directrices y actuaciones sugeridas posteriores a la recopilación de datos en el campo de estudio. Se centra sobre todo en evaluar y evidenciar las prácticas de salud e higiene menstrual de las adolescentes, así como sus preferencias y experiencias entorno a la menstruación. Además, el conocimiento o desconocimiento sobre la menstruación y el vínculo que comparte con la reproducción. También es interesante conocer el conocimiento práctico de las niñas y adolescentes sobre el propio manejo de la menstruación y su nivel de conciencia acerca de esta.
Mostrar un plano general de estas experiencias y prácticas menstruales invita a conocer los factores que influyen en estas como el apoyo social, el acceso a productos menstruales, el entorno escolar, instalaciones sanitarias, actitudes del profesorado y de los estudiantes masculinos y femeninos hacia la menstruación, identificando los tabúes y los mitos culturales entre otros.
No podemos terminar este artículo sin hacer una reflexión sobre nuestra realidad más cercana. Según una encuesta del 2022 llevada a cabo en la CAV esta pobreza menstrual se da de forma muy lejana a la realidad etíope, pero afecta de forma notable a las mujeres en situación en riesgo de pobreza o exclusión, un 8,6% de la población. Este grupo son mujeres que están en situación de sinhogarismo, migradas, en situación de prostitución, supervivientes de violencia machista, presas, empleadas en la economía sumergida, al frente de hogares monoparentales, con discapacidad, con problemas de salud mental o inmersas en situaciones de crisis humanitarias.
Así pues, en torno a 105.000 mujeres en Euskadi podrían haber tenido dificultades económicas para hacer frente a los gastos de productos menstruales en algún momento de su vida. Alrededor de 188.000 mujeres habrían estado en la necesidad de comprar productos menstruales más baratos a causa de dificultades económicas. El 51,3% de las encuestadas reconoce haber dejado de comprar productos menstruales para cubrir gastos referidos a la alimentación o a la vivienda.
En esta encuesta se señala la importancia de un espacio apto y adecuadamente equipado para cambiar el producto menstrual, de hecho 349.108 mujeres han mantenido en alguna ocasión el producto menstrual más tiempo del recomendado por no encontrar ningún espacio para su retirada. Ello aumenta las posibilidades de sufrir infecciones u otras enfermedades.
Además, esta investigación pone en relieve la normalización del dolor menstrual en 37.270 mujeres. Y unas 18.900 no consideran necesario consultar a un o una doctora por un dolor menstrual intenso, muestra de esa normalización antes citada.
También se percibe de alguna forma la menstruación como tabú en la escasa educación menstrual que se da, relegada al ámbito familiar olvidando el ámbito escolar.
De ambas situaciones, alejadas en el espacio, es evidente que la pobreza menstrual asola a las mujeres de todas las partes del mundo, y debemos de poner solución de forma conjunta e integral
Si desea ampliar la información:
ETIOPÍA
CAE
Artículo realizado por Cecilia Fernández Chivite, estudiante de prácticas del grado de Antropología Social y Cultural de la UPV/EHU, en el marco del proyecto “Educación en emergencias con perspectiva de género en Filtu, Región somalí, Etiopía”, y con el apoyo financiero de la Diputación Foral de Gipuzkoa.